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Al paso que vamos, la meta del Hambre Cero para 2030 es una ilusión

La Red Mundial por el Derecho a la Alimentación y a la Nutrición acaba de publicar su informe «Estado del derecho a la alimentación y nutrición 2020«, paralelo al informe SOFI de la FAO y en él se muestra contundente sobre los avances en la lucha contra el hambre. Según esta Red, “el Decenio de las Naciones Unidas de acción sobre la nutrición (2016-2025)”, del que ya llevamos consumida la mitad del período, “sigue careciendo de impulso y de medidas significativas”.

La propia FAO, en su informe sobre el “Seguimiento de los progresos relativos a los indicadores de los ODS relacionados con la alimentación y la agricultura correspondientes a 2020” reconoce que a menos de 10 años de la fecha límite de la Agenda 2030, el mundo no se encuentra en vías de alcanzar las metas pertinentes (en el ámbito de la alimentación y la agricultura) para esa fecha.

El capítulo “Producción y consumo responsables” de dicho informe (que se transcribe a continuación) está dedicado al indicador de los ODS 12.3.1, y en él se habla del despilfarro de alimentos. En él este organismo de la ONU expresa que “todavía no es posible estimar el porcentaje de desperdicio de alimentos en la fase de la venta minorista y el consumo” admitiendo que “el porcentaje de alimentos perdidos en las fases previas (tras la cosecha en la explotación y en las etapas de transporte, almacenamiento y elaboración) se sitúa en un 13,8 % a nivel mundial, lo que se valora en más de 400.000 millones de dólares al año”.


Producción y consumo responsables (extracto del informe de la FAO)

El consumo y la producción impulsan la economía mundial, aunque los hábitos actuales están comprometiendo la salud del planeta.

La huella material mundial está aumentando más rápido que el crecimiento de la población y la producción económica. Las mejoras en la eficiencia del uso de los recursos en algunos países se ven anuladas por los incrementos en la intensidad material de otros. Las subvenciones a los combustibles fósiles siguen siendo una preocupación grave. Un porcentaje inaceptablemente elevado de alimentos se pierde a lo largo de la cadena de suministro, equivalente a más de 400.000 millones de dólares al año, una cifra comparable a algunos paquetes de estímulos económicos nacionales y regionales aplicados como consecuencia de la pandemia de la COVID-19.

Al mismo tiempo, la pandemia ofrece una oportunidad de elaborar planes de recuperación que reviertan las tendencias actuales y cambien los hábitos de consumo y las estructuras de producción para hacerlos más sostenibles.

Indicador 12.3.1 de los ODS

De aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha.

Se mide en dos subíndices:

a) Índice de pérdidas de alimentos (en las etapas iniciales desde la cosecha hasta la elaboración) y b) índice de desperdicio de alimentos (en las etapas finales en el comercio minorista y consumo)

Situación: (Aún hay) Datos insuficientes para evaluar el estado y los progresos a nivel mundial. Un porcentaje inaceptablemente elevado de alimentos se pierde a lo largo de la cadena de suministro, antes incluso de que llegue al consumidor.

La reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos resulta esencial para reducir los costos de producción y aumentar la eficiencia de los sistemas alimentarios, mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición y contribuir a la sostenibilidad del medio ambiente.

Porcentaje de pérdida de alimentos por región, 2016

Aunque todavía no es posible estimar el porcentaje de alimentos desperdiciados en la fase de la venta al por menor y el consumo, la FAO ha elaborado estimaciones de las pérdidas de alimentos en las principales regiones del mundo basadas en modelos creados a partir de una cantidad limitada de datos nacionales disponibles. De acuerdo con dichas estimaciones, el porcentaje de alimentos perdidos tras la cosecha en la explotación y en las etapas de transporte, almacenamiento, elaboración y venta al por mayor se sitúa en un 13,8 % a nivel mundial, lo que equivale a más de 400.000 millones de dólares al año.

A fin de profundizar en el conocimiento de la ubicación y el alcance de la pérdida y el desperdicio de alimentos, la FAO ha realizado también un metaanálisis de estudios existentes que miden la pérdida y el desperdicio de alimentos en países de todo el mundo y lo ha publicado en la Base de datos sobre pérdida y desperdicio de alimentos. En él se muestra cómo varían las pérdidas y el desperdicio de alimentos en diferentes etapas de la cadena de suministro alimentario, así como entre regiones y grupos de productos.

Los resultados de este análisis indican que:

  • en relación con todos los grupos de productos, la tasa más alta de pérdidas de alimentos ―el 20,7 % de la producción agrícola total― se registra en Asia central y Asia meridional, mientras que las tasas más bajas de pérdidas de alimentos ―el 9,8 % y el 5,8 %, respectivamente― se registran en la región de Oceanía, que incluye las Islas del Pacífico, y en Australia y Nueva Zelandia;
  • en relación con los cereales y las legumbres, el grupo de productos sobre el que se dispone de datos relativamente más abundantes y fiables, se observan niveles considerables de pérdidas en el África subsahariana y en Asia oriental y Asia sudoriental, mientras que en Asia central y meridional son limitadas;
  • por lo general, el porcentaje de pérdidas es más elevado en las frutas y hortalizas que en los cereales y legumbres.

Las causas de la pérdida y el desperdicio de alimentos difieren ampliamente a lo largo de la cadena de suministro alimentario. Las causas importantes de las pérdidas en la explotación son las siguientes:

  • momento de cosecha inadecuado;
  • condiciones climáticas;
  • aplicación de prácticas ineficientes en la cosecha y la manipulación;
  • dificultades para comercializar la producción.

Las carencias en la infraestructura de transportes y las condiciones de almacenamiento inadecuadas, así como decisiones adoptadas en etapas anteriores de la cadena de suministro, que predisponen los productos a una vida útil más corta, provocan pérdidas considerables. En particular, el almacenamiento en frío adecuado puede ser crucial para evitar las pérdidas cuantitativas y cualitativas de alimentos.

Las buenas prácticas en la manipulación de la producción resultan también esenciales para reducir las pérdidas de alimentos y requieren creación de capacidad en todos los niveles de la cadena de suministro. Los vínculos de mercado mejorados, así como cadenas de suministro más cortas, pueden contribuir a mejorar la coordinación entre productores y consumidores y reducir las pérdidas de alimentos, mientras que la elaboración y el envasado pueden ayudar a conservar los alimentos.

Los estudios sobre el desperdicio en la etapa de consumo, en su mayoría realizados en países de ingresos altos, indican que los niveles de desperdicio son altos en todos los tipos de alimentos, pero en particular en los alimentos muy perecederos, como los productos de origen animal y las frutas y hortalizas. Las causas del desperdicio de alimentos en la fase de la venta al por menor están relacionadas con:

  • una vida útil limitada;
  • la necesidad de que los productos alimentarios cumplan unas normas estéticas en relación con el color, la forma y el tamaño;
  • la variabilidad de la demanda.

El desperdicio en el consumo suele estar causado por:

  • una planificación deficiente de las compras de alimentos y de las comidas;
  • una compra excesiva (influida por tamaños de porciones y envases demasiado grandes);
  • la confusión respecto de las etiquetas (fechas de consumo preferente y caducidad);
  • un almacenamiento deficiente en el hogar.

Se necesitan con urgencia esfuerzos de recolección de datos a fin de que los países centren las intervenciones en las fases críticas de la cadena de valor y reduzcan la pérdida y el desperdicio de alimentos.

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